En el cielo como en la tierra, todos los seres somos energía.

Somos energía vibrando.
Y estas vibraciones son como flores de una misma rama. Cada una con sus matices, pero en esencia, todas hermosas, valiosas y amadas. 
Todas son parte de la misma esencia: Luz vibrando en diferentes frecuencias.
Eso es lo que las diferencia, y lo que influye en su apariencia, más o menos densa, más o menos etérica.
Es como el traje que lleva, según el tramo del viaje en el que se encuentra. Es lo único que nos diferencia.
En el cielo como en la tierra, somos todos como chispas de luz desprendidas de la luz madre-padre creadora cuya existencia de vida es inmaterial.
Somos almas-hijas viviendo la gracia de experimentar la materia en un viaje que no es lineal, sino que cada ser hace una elección consciente de vivir determinado nivel vibratorio o aspecto de dios, existiendo todos simultaneamente.
De ahí que el concepto de evolución no es lineal tal como lo plantea la “historia oficial”. 
La existencia no es una línea, sino más bien podría ser una esfera sin principio ni fin. 
Lo que conocemos como evolución, podría ser simplificado a rangos de frecuencia o aspectos de un Todo y aún así no abarca toda la real amplitud.
Cecilia Harrison
@almacanopus
06/2021
Fotografía: © Cecilia Harrison, “Flores de Membrillar”, Quinta Madre Gaia, Olavarría, Buenos Aires.
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